A través de Europa, versión extendida, Verano de 2018, Parte III

Bueno, antes de empezar, pido disculpas por abandonar el blog durante este verano. Dije que no lo iba a hacer, pero es que no he tenido apenas tiempo para sentarme delante del ordenador.

Durante las próximas semanas, ¡habrá entrada cada dos o tres días para compensarlo! Así que oficialmente, volvemos al lío:

A través de Europa, versión extendida, Verano de 2018, Parte III

Estonia – Letonia – Lituania

Comenté que cruzamos en ferry, y ya una vez en Estonia, nos fuimos andando hasta la universidad, para encontrarnos con nuestra amiga Olga. Olga es una chica super divertida, animada, guapísima y una de las personas a las que más me ha gustado conocer durante este viaje, nos abrió las puertas de su casa y nos cuidó al tiempo que compaginaba la universidad y el trabajo con nuestra visita.

Nos presentó a sus compañeros de piso: Çem -que se pronuncia aproximadamente “Chem”- de Turquía, y Vivian, de Alemania. Ambos unos chicos maravillosos que aprovecharon cada minuto que tuvieron libre para pasarlo con nosotros y hacer de nuestra visita un auténtico lujazo.

Respecto a la ciudad, diré que Tallín es una de las joyas de Europa sin lugar a dudas. Es una ciudad medieval plagada de estudiantes extranjeros, con una cantidad increíble de lugares espectaculares.

Entramos en el casco antiguo por la Plaza de la Libertad, admirando el monumento a la Independencia y la Iglesia de San Juan; a continuación, vimos la Iglesia de San Nicolás, las catedrales de Alejandro Nevski y Santa María, el Parlamento Estonio, y dimos un paseo por las antiguas murallas de la ciudad, en las cuales admiramos el monumento a los 3 monjes en el Jardín del Rey Danés.

En la plaza del ayuntamiento me quedé totalmente sorprendido, vimos un bar que recrea la vida medieval -”El Tercer Dragón”, en el que no sirven cubiertos, no hay electricidad, la cerveza se bebe en jarras de cerámica y los pepinillos se cogen de un barril con un palo, vamos, una auténtica gozada-, la farmacia más antigua de Europa… En serio, Tallín tiene tanto que podría dedicarle una única entrada a la ciudad, pero mi recomendación es que vayáis y la disfrutéis vosotros mismos.

Con los chicos -se nos unieron Hunter e Ira (Irina)- fuimos a un concierto de música de los Balcanes -chicos de la LOGSE, tirad de wikipedia- que me pareció una pasada, especialmente porque Vivian y su amiga Hannah querían beber cerveza conmigo y bailar al ritmo del saxofón -igual suena un poco tonto, pero es que no había bebido cerveza con nadie desde que estuve en España, para mí fue como estar en el paraíso, no podéis imaginar lo muchísimo que echaba de menos algunas cosas de mi cultura española y europea-.

También disfrutamos de la Iglesia de San Olaf, vimos el monumento de la línea rota, en memoria de los fallecidos en el accidente del ferry de 1994, paseamos por la playa hasta el obelisco y el Memorial Maarjamäe, pasando por el monumento a Russalka -así es como se llama en ruso también a la sirenita-, y disfrutamos de una puesta de sol espectacular en el Linnahall, un pabellón al estilo de la Punta en Cádiz, pero más bonito, claro.

Pudimos también visitar el mercado, ir al barrio de Telliskivi y asistir a un festival de comida callejera en el que pudimos ver un par de espectáculos interesantes. Y una de las tardes fuimos invitados a casa de Kanchi y Tim, una chica de India y un chico de América amigos de Olga, donde pasamos una velada divertidísima con otros estudiantes y viajeros como nosotros.

En definitiva, una de las mejores ciudades, en una de las mejores compañías. ¿Se puede mejorar? No lo creo. Eh, casi se me olvida, si visitáis la ciudad, ¡¡no olvidéis probar los increíbles crepes en el bar Krompessor!!

Después de esta pedazo de visita, solo nos quedaba una cosa: seguir bajando hacia el sur. Y al sur fuimos, sí señor. Nos despedimos y nos pusimos a hacer autostop, en un día que sería super divertido, interesante y muy relajado, ya que en total no esperamos más de 15 minutos a que nos recogieran.

De Tallín a Letonia nos llevó Andrés Karu, un alpinista estonio que había escalado las montañas más altas de cada país de Europa, y pretende ser el primer estonio del mundo en conseguir escalar las montañas más altas de cada país del mundo.

Aquí os dejo su página web por si queréis echarle un vistazo: karuandres.com

Conocerle no solo fue una experiencia magnífica sino que incluso nos invitó a pasar unos días en su casa en nuestro camino de vuelta.

Ya en territorio letón, otro señor nos acercó hasta Riga, donde conocimos a Ivo, nuestro host de CouchSurfing. En la primera entrada de nuestro viaje, prometí hablar de CouchSurfing y creo que ahora es el momento:

¿Qué es CouchSurfing? Es una red social, como Facebook, Twitter, etc. Pero enfocada a poner en contacto a gente que viaja, o que ofrece un sofá, una cama, a veces solo una taza de té o un sitio donde pasar la noche a aquellos que lo necesitan.

En principio, la idea es pasar tiempo juntos, hacer nuevas amistades, conocer a gente local que te enseñe la cultura y las tradiciones del lugar en el que estás… Y gratis, porque la idea es AYUDAR a otras personas, hacer amigos, y aprender los unos de los otros, haciendo de este mundo un lugar mucho mejor.

Y bueno, es una buena manera también de ahorrarse unos dineros a la hora de viajar. Si queréis saber más, podéis preguntarme directamente o escribir algún comentario.

Y continuando con la ciudad, decir que Riga es menos increíble que Tallín, pero igualmente disfrutamos de su belleza y de sus magníficos lugares y edificios: La Catedral de la Natividad, el Monumento a la Libertad, el Mercado Central -que está ubicado en unos antiguos hangares para zepelines-, el Ayuntamiento y el Rautslaukums o Casa de los Cabezas Negras -una hermandad de comerciantes extranjeros que tiene por patrón a San Mauricio-.

Visitamos también la Iglesia de San Pedro, la Catedral de Riga, los 3 hermanos -3 edificios de diferentes épocas que se han convertido en un símbolo de la ciudad-, la Puerta Sueca y la Torre de la Pólvora, así como el Museo Nacional de Riga.

En Riga hay un restaurante, el Rozengrals, que se parece al Tercer Dragón de Tallín, pero es bastante más caro, así que fuimos al Lido, que es un restaurante de una cadena letona al que van los propios letones, por lo que podéis probar allí platos típicos a buen precio; nosotros pudimos probar una sopa típica letona entre otras cosas, y una bebida similar al Kvas ruso, pero mucho más sabrosa: Veselibas, y un postre hecho a base de pan, además del bálsamo negro de Riga, que es una bebida a base de hierbas que según creencias populares, cura todo tipo de males.

Aviso a navegantes, el sistema de autobuses de la ciudad es un caos. Tienen buses con el mismo número pero de distinto color, paradas con nombres repetidos en distintas partes de la ciudad, horarios confusos… El que avisa no es traidor.

Y con esto y un bizcocho… Salimos en dirección a Kaunas, Lituania. También especialmente divertido fue el trayecto, porque se paró para recogernos… ¡¡¡Un autobús!!! El conductor –Rimas se llamaba- no llevaba pasajeros y decidió pararse y llevarnos.

Cruzamos otra frontera más y allí estábamos, ¡en Lituania!

Por desgracia, Rimas iba en su autobús hacia Vilna, la capital, y nosotros nos tuvimos que desviar, así que pusimos de nuevo el dedo -en mitad de la nada- y estuvimos esperando un rato hasta que un señor lituano en su furgoneta del año del catapúm nos llevó hasta Kaunas, que era nuestro destino de aquel día.

Una vez en Kaunas, nos reunimos con Egle y Osvaldas, dos couchsurfers que llevaban muchos años sin recibir invitados (de couchsurfing) y querían volver a hacerlo. Eglé es doctorada en biología, pintora, y una chica muy divertida y amable; y Osvaldas es programador, un buen fotógrafo ¡y también pinta! Vamos, que teníamos muchas cosas en común, por lo que nuestra estancia en Kaunas fue una delicia.

Kaunas es una ciudad un poco pequeña, pero con mucho encanto. En su parte moderna, se encuentra la Iglesia de San Miguel Arcángel y el Teatro Musical de Kaunas, que son dos de las principales atracciones turísticas de esta zona. Pero lo realmente impresionante es el casco antiguo, repleto de edificios y construcciones increíblemente singulares: la Casa de Perkunas -edificio gótico secular construida entorno a 1440-, Kauno Rotuses Aikste -el ayuntamiento, que es al mismo tiempo un museo de cerámica, y es inconfundible con su torre de más de 50 metros y su singular estilo-, la Iglesia de San Francisco Javier en la misma plaza del ayuntamiento, la Catedral Basílica de San Pedro y San Pablo, la Iglesia de Vytautas el Grande o de la Asunción de la Virgen María -tiene dos nombres bastante diferentes, cosa de los lituanos-, la universidad, y la joya de la corona: el Castillo de Kaunas.

También tuve la suerte de probar un par de platos típicos y una cerveza lituana: Didžkukuliai (Cepelinai), que es una especie de patata rellena de carne o setas y queso, acopañada por smetana o crema agria, y una sopa a base de setas del bosque servida en un bollo de pan hueco… Vamos, un disfrute.

El restaurante que recomiendo por su localización y su precio se llama Forto Dvaras, enfrente mismo del ayuntamiento (y no es que me paguen, pero si alguien quiere ir y no sabe dónde, aquí tiene mi propia recomendación).

También, y gracias a la recomendación de Osvaldas y Egle, viajamos un largo trecho en autobús hasta las afueras de la ciudad para visitar el Monasterio de Pazaislis, que es el mejor conjunto de arte barroco italiano de toda Lituania fundado en 1662 para la Orden de los Ermitaños Camaldulenses -queda bien, lo sé, pero reconozco que yo tampoco sabía quienes eran-.

Nuestros anfitriones nos llevaron al día siguiente a hacer senderismo, cosa que agradecimos muchísimo, especialmente Natasha, ya que a ella le encanta la naturaleza -no es que a mí no me guste, lo contrario-, y nos llevaron por varios senderos de la zona y subimos a la colina de Napoleón, lugar desde el que según la creencia popular, Napoleón observó a sus tropas avanzar hacia Rusia. Para terminar, fuimos de picnic a una de las rutas más alejadas de la ciudad cerca de un lago precioso, y disfrutamos del resto del día con nuestros nuevos amigos.

Después de haber disfrutado de la compañía de nuestros amigos Lituanos, nos dispusimos a continuar el viaje.  ¡Próxima parada (y entrada en el blog): Polonia!

¡Hasta pronto!

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