Vietnam (V): Bahía Cocos y las Montañas de Mármol.

Aprovechando que me desperté con mucha energía, decidí explorar una parte de Hoi An algo más apartada de la que había oído hablar, en la que se alquilan barcas de coco para pasear por el río. Así que me fui en moto hacia allá, sin antes parar en un templo cercano para echar el ojo y mantener una mini-conversación con unos niños vietnamitas en inglés (especialmente los niños cuando ven que tus rasgos no son de la zona, te dicen “hellooooooo, what is your naaaaame?” muy alegremente).

Tras el templo, y unos veinte minutos de conducción para nada arriesgada (nótese la ironía), llegué a esta maravilla colorida, no sin antes discutir con un par de chicas vietnamitas. Como dije en otras entradas, especialmente las mujeres, suelen querer entablar conversación de manera demasiado entusiasta, con el único motivo de venderte algo. Que si de dónde eres, cómo te llamas, y un largo etcétera que termina con un “ven que te enseño mi tienda”. Ante la negativa, siguen insistiendo e incluso te persiguen con sus motos (o a pie) para intentar convencerte, aunque al final suelen dejarte ir sin ningún tipo de problema, pero son bastante agotadores en ese sentido.

Me podría haber quedado allí horas, disfrutando de los colores y del animado ambiente. Pero teniamos como objetivo del día visitar las Montañas de Mármol, una serie de colinas que hay en la ciudad de Da Nang, con templos y cuevas que merecen ser visitadas. Así que recogí a estos dos, y nos fuimos de excursión de nuevo hacia Da Nang. A estas alturas, mis brazos empiezan a estar muy morenos (parece que lo digo en broma, pero es que aquí el sol pega de una manera exagerada) de tanto que vamos en moto a cualquier lado. Por el camino, decidimos parar en un “bar de carretera” -auténtica pureza 100%, vamos, solo había algunos locales y daba un poco de repelús- en el que comieron Anya y Rod. A mí me entró el canguelo porque soy de estómago delicado, y no quería jugarme un dengue o algo similar, pero ellos disfrutaron de una comida muy rica y de un zumo de caña de bambú.

De allí a las “Marble Mountains” no tardamos casi nada. Tras esquivar a cuatro o cinco señoras dueñas de tiendas de recuerdos, procedimos en nuestra sesión de piernas de gimnasio, ¡a subir escalones se ha dicho! En la cima de las colinas había templos, cuevas sacadas de películas como “el templo maldito” (juro que me sentía como Indiana Jones) y… ¿hemos dicho ya que hacía calor?

Las “montañas” nos llevó la mayor parte del día, así que cuando volvimos, tocaba ración de piscina y escondernos del calor por un rato. Finalmente, por la noche decidimos Rod y yo ir a cenar a algún lugar “vietnamita”, de esos sin turistas en los que no hay menú en inglés. Y vaya si cenamos… Nos trajeron fuentes y platos con más comida de la que nos podríamos haber tragado 3 personas, y nos enseñaron a prepararnos el “plato”: con una mano, coges varias hojas de papel de arroz, sobre ella colocas con los palillos y en este orden, una tortilla con gambas y soja, lechuga y pepino, verduras marinadas y algo de carne (no supe diferenciar qué tipo de carne y no pensé en preguntar, ojos que no ven, corazón que no siente). Montado ya el “kebab”, lo mojas en tu cuenquito con salsa, ¡y a disfrutar! (Solo puedo decir que me encanta todo lo que he probado hasta ahora…).

Después de esta opípara cena, dimos un paseo por el centro de Hoi An y regateamos en algunas tiendas hasta que nos cansamos de tanta discusión y decidimos regresar y reponer fuerzas, pues nos esperaba otro día duro al día siguiente…

Y aquí os dejo el video del día, cortito, para que no os canséis:

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